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Cómo acompañar la frustración de tu hijo sin sobreprotegerle

Niña pintando con pincel

Un niño que tira los lápices al suelo porque “no le sale”, una adolescente que llora tras suspender un examen o un pequeño que se enfada cuando pierde un juego. La frustración está presente en la vida de todos los niños. Aunque a los adultos nos incomode verles sufrir, la frustración es una emoción necesaria para aprender a tolerar la espera, gestionar errores y fortalecer la resiliencia.


El problema aparece cuando los padres intentan evitar cualquier malestar, cayendo en la sobreprotección. En lugar de ayudar, esto puede hacer que el niño se vuelva más inseguro y dependiente.


2. La importancia de la frustración en el desarrollo

Lejos de ser negativa, la frustración cumple varias funciones:

  • Enseña a tolerar la demora y controlar impulsos.

  • Ayuda a perseverar en tareas que no salen a la primera.

  • Refuerza la capacidad de adaptación ante imprevistos.

  • Fortalece la resiliencia: la habilidad de levantarse después de una caída.


Si evitamos que nuestros hijos la experimenten, les privamos de la oportunidad de aprender a manejarla.


3. Estrategias para acompañar la frustración sin sobreproteger

Es importante acompañar la frustración, pero sin sobreproteger a los niños, puesto que corremos el riesgo de que no aprendan verdaderamente.

  1. Valida la emoción. Frases como “entiendo que estés enfadado” muestran comprensión sin restar importancia.

  2. Ofrece estrategias de calma. Respiraciones profundas, contar hasta diez, dibujar lo que sienten.

  3. Divide los retos en pasos pequeños. Así no perciben la tarea como inalcanzable.

  4. Refuerza el esfuerzo. Reconocer que lo intentaron es más valioso que elogiar solo el éxito.

  5. Sé modelo. Compartir cómo gestionas tú mismo la frustración da ejemplo real.

  6. Pon límites claros. Acompañar no implica permitir conductas agresivas o destructivas.

  7. Fomenta la reflexión. Después de calmarse, ayúdale a pensar qué podría hacer diferente la próxima vez.


La frustración no es el enemigo, sino un maestro silencioso que enseña a los niños habilidades para la vida. Lo importante no es evitarla, sino acompañarla desde el respeto, la empatía y la firmeza.


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